Diarios,
revistas y libros han sido consumidos en ese sitio tan privado. Casi la
mitad de la humanidad lo hace y muchos escritores famosos se han
vanagloriado de ello. ¿Hay efectos indeseados?
La práctica está tan extendida que ameritó un estudio científico en el Bnai Zion Medical Centre en Haifa, Israel, según el diario The Guardian. Ron Shaoul, especialista en gastroenterología pediátrica, elaboró un cuestionario que fue respondido por 500 personas, mujeres y hombres, de entre 18 y 65 años y de diferentes categorías sociales y profesiones.
El 64% de los hombres y el 41% de las mujeres confesaron ser habitués de la lectura en el baño. En general, calificaron el material usado como "cualquier cosa que estuviese a mano"; lo más frecuente, el diario.
Una de las conclusiones del estudio de Shaoul es que existe poca evidencia de que haya una mayor contaminación bacterial entre quienes leen en el baño respecto de los que no lo hacen.
Val Curtis, directora del Centro de Higiene de la London School of Hygiene and Tropical Medicine y confesa practicante de la lectura en el baño, admitió por su parte que existe un riesgo higiénico -posible contaminación del diario o revista con materia fecal-, pero se trata de una probabilidad muy baja y que puede ser reducida a cero con un concienzudo lavado de manos antes de dejar el lugar.
Pero cuidado, los nuevos soportes de lectura pueden encerrar una trampa: los microbios tienen menor sobrevida en superficies absorbentes como el papel de diario, pero resisten por más tiempo en las cubiertas de plástico y especialmente -atención a los fans de las nuevas tecnologías- en las pantallas de los dispositivos electrónicos.
Eso no sería tan grave, afirma Val Curtis, ya que las mismas huellas de nuestros deshechos corporales están presentes en muchos otros objetos que tocamos a diario. Sucede que, con la evolución, el ser humano dedica más atención al riesgo infeccioso y eso lo lleva, a veces, a exagerar los riesgos de contagio.
Según BBC News, por lo menos uno de cada diez teléfonos portátiles está contaminado con materia fecal. Así lo estableció un estudio de la London School of Hygiene and Tropical Medicine a partir de muestras tomadas en unos 400 celulares en diferentes ciudades británicas. Econtraron rastros de E. coli (Escherichia coli, una bacteria que habita en el intestino humano) en al menos el 16% de los aparatos. Pero se trata de una realidad no achacable al hábito de leer en el baño sino a la ausencia del hábito de lavarse las manos con jabón.
Ahora bien, el estudio realizado en Israel en 2009 buscaba también establecer si había una correlación entre la lectura en el baño y el funcionamiento intestinal, en particular la constipación y las hemorroides.
El resultado, en este caso, fue negativo. Y la conclusión de Shaoul: la lectura en el baño es una práctica extendida, que evita el aburrimiento y es a la larga inofensiva.
Como es de suponer, el lector pasa más tiempo en el baño que el que no lo es. Además, los adeptos a esta práctica se consideran a sí mismos menos constipados que los que se abstienen de ella.
Son muchos los escritores que manifestaron públicamente su afición por ese ámbito de lectura, reporta The Guardian, como por ejemplo Lord Chesterfield, que lo calificó como un uso sabio de la necessary house, eufemística referencia de su siglo (XVIII) a los sanitarios. También el argentino Jorge Luis Borges hizo alguna vez referencia a los libros que había leído allí.
Pero el verdadero fanático de la práctica -un especialista casi- fue el novelista norteamericano Henry Miller. Leyó muchos libros en ese sitio y hasta lo recomendaba para algunas obras en particular, como el Ulysses de Joyce, o para ciertos autores, como Rabelais.
"Creemos que sentarse y leer mientras se está en el baño puede ser relajante y facilitar las cosas, dice Shaoul. Pensamos que podemos curar al mundo de la constipación con nuestra investigación".
Una conclusión algo rápida, tal vez, ya que las opiniones están divididas. La revista Esquire publicó, también en 2009, las conclusiones de David Gutman, médico jefe de los Advanced Hemorrhoid Specialists de Ohio, Estados Unidos, quien desaconseja la lectura en el baño: "Las hemorroides derivan de unas estructuras anatómicas llamadas anal cushions (cojines anales) -como pequeños globos- encerrados en las paredes del canal anal. Cuando se incrementa la presión abdominal, estos cojines instantáneamente se llenan de sangre para formar un asiento hidráulico".
Según Gutman, "estar demasiado tiempo sentado en el sanitario aumenta la presión en estos cojines anales y puede eventualmente convertirlos en hemorroides".
¿Y cuánto es demasiado?, pregunta Esquire. Pues bien, de acuerdo con este especialista, todo el tiempo que excede al necesario para cumplir la función para la cual se ha inventado el baño es peligroso para la salud. Su consejo: abdicar al trono.
La práctica está tan extendida que ameritó un estudio científico en el Bnai Zion Medical Centre en Haifa, Israel, según el diario The Guardian. Ron Shaoul, especialista en gastroenterología pediátrica, elaboró un cuestionario que fue respondido por 500 personas, mujeres y hombres, de entre 18 y 65 años y de diferentes categorías sociales y profesiones.
El 64% de los hombres y el 41% de las mujeres confesaron ser habitués de la lectura en el baño. En general, calificaron el material usado como "cualquier cosa que estuviese a mano"; lo más frecuente, el diario.
Una de las conclusiones del estudio de Shaoul es que existe poca evidencia de que haya una mayor contaminación bacterial entre quienes leen en el baño respecto de los que no lo hacen.
Val Curtis, directora del Centro de Higiene de la London School of Hygiene and Tropical Medicine y confesa practicante de la lectura en el baño, admitió por su parte que existe un riesgo higiénico -posible contaminación del diario o revista con materia fecal-, pero se trata de una probabilidad muy baja y que puede ser reducida a cero con un concienzudo lavado de manos antes de dejar el lugar.
Pero cuidado, los nuevos soportes de lectura pueden encerrar una trampa: los microbios tienen menor sobrevida en superficies absorbentes como el papel de diario, pero resisten por más tiempo en las cubiertas de plástico y especialmente -atención a los fans de las nuevas tecnologías- en las pantallas de los dispositivos electrónicos.
Eso no sería tan grave, afirma Val Curtis, ya que las mismas huellas de nuestros deshechos corporales están presentes en muchos otros objetos que tocamos a diario. Sucede que, con la evolución, el ser humano dedica más atención al riesgo infeccioso y eso lo lleva, a veces, a exagerar los riesgos de contagio.
Según BBC News, por lo menos uno de cada diez teléfonos portátiles está contaminado con materia fecal. Así lo estableció un estudio de la London School of Hygiene and Tropical Medicine a partir de muestras tomadas en unos 400 celulares en diferentes ciudades británicas. Econtraron rastros de E. coli (Escherichia coli, una bacteria que habita en el intestino humano) en al menos el 16% de los aparatos. Pero se trata de una realidad no achacable al hábito de leer en el baño sino a la ausencia del hábito de lavarse las manos con jabón.
Ahora bien, el estudio realizado en Israel en 2009 buscaba también establecer si había una correlación entre la lectura en el baño y el funcionamiento intestinal, en particular la constipación y las hemorroides.
El resultado, en este caso, fue negativo. Y la conclusión de Shaoul: la lectura en el baño es una práctica extendida, que evita el aburrimiento y es a la larga inofensiva.
Como es de suponer, el lector pasa más tiempo en el baño que el que no lo es. Además, los adeptos a esta práctica se consideran a sí mismos menos constipados que los que se abstienen de ella.
Son muchos los escritores que manifestaron públicamente su afición por ese ámbito de lectura, reporta The Guardian, como por ejemplo Lord Chesterfield, que lo calificó como un uso sabio de la necessary house, eufemística referencia de su siglo (XVIII) a los sanitarios. También el argentino Jorge Luis Borges hizo alguna vez referencia a los libros que había leído allí.
Pero el verdadero fanático de la práctica -un especialista casi- fue el novelista norteamericano Henry Miller. Leyó muchos libros en ese sitio y hasta lo recomendaba para algunas obras en particular, como el Ulysses de Joyce, o para ciertos autores, como Rabelais.
"Creemos que sentarse y leer mientras se está en el baño puede ser relajante y facilitar las cosas, dice Shaoul. Pensamos que podemos curar al mundo de la constipación con nuestra investigación".
Una conclusión algo rápida, tal vez, ya que las opiniones están divididas. La revista Esquire publicó, también en 2009, las conclusiones de David Gutman, médico jefe de los Advanced Hemorrhoid Specialists de Ohio, Estados Unidos, quien desaconseja la lectura en el baño: "Las hemorroides derivan de unas estructuras anatómicas llamadas anal cushions (cojines anales) -como pequeños globos- encerrados en las paredes del canal anal. Cuando se incrementa la presión abdominal, estos cojines instantáneamente se llenan de sangre para formar un asiento hidráulico".
Según Gutman, "estar demasiado tiempo sentado en el sanitario aumenta la presión en estos cojines anales y puede eventualmente convertirlos en hemorroides".
¿Y cuánto es demasiado?, pregunta Esquire. Pues bien, de acuerdo con este especialista, todo el tiempo que excede al necesario para cumplir la función para la cual se ha inventado el baño es peligroso para la salud. Su consejo: abdicar al trono.
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